Cordura transitoria

Maldita locura producida en la calma, siniestra incomodidad en la agonía, doloroso vacío en lo desconocido de la “nada”. Fingir dormir para convencerte de tener el control, levantarte de la cama para complacer, un circulo vicioso impulsado de la culpa, la misma que se habla en el espejo mientras llora el no poder liberar su individualidad y derecho a pertenecerse completamente sin causar un mínimo daño de sus acciones. La misma que reta tus ojos aún estando cerrados y muerde su lengua cuando el grito está por salir. Culpa que envenena, que delata, que aprisiona. Culpa que destruye. Un nuevo recuerdo aparece cuando parpadeo, la vergüenza me persigue, el dolor me acompaña, un suspiro antes de dormir para sentir que realmente tengo mi peso depositado en la cama y no sigo flotando en una burbuja invisible interna que crece a medida que este sentimiento sin nombre sigue alimentándose en mi. El peso en mis hombros de ser todos menos yo, de fingir sentir y pensar cosas las cuales no logro ni alcanzar. Delirio de pecadora, esclava de la complacencia, mujer perdida que olvida con un cigarrillo y recuerda con una copa de ron. Polvo en la cara, barro en los pies, corazón de carbón. El cuestionamiento del amor debería ser considerado fraude, pero siendo honesta nunca he sido buena diferenciando el significado verdadero de las situaciones ni la vulnerabilidad que producen en mi, el aire es un complemento automático pero necesario del cual pasamos por desapercibido todos los días hasta que te cuesta respirar cada vez que inhalas buscando alivio a esa sensación de ahogo producida por ese frío sin nieve que llega a producirse inclusive en medio de una carcajada. La ironía de controvertir  la valentía de la resignación y sentir el ardor de una extrema vergüenza de pedir ayuda. Corres aún durmiendo de esa pesadilla que ves despierta en tus sueños lucidos y caes a un vacío que te levanta de un brinco para darte cuenta de que no habías empezado a huir cuando el miedo ya te había agarrado de la mano para correr a tu lado de manera silenciosa solo para oírte implorar una ventaja que funcionaba en sentido inverso sin que nadie te lo dijera y que cuando por fin concedida te haría entrar voluntariamente en un cubo de metal hecho para la resistencia de uno mismo. Cofres de mentiras, llaves de victimización. Porque eso somos al final, no? Espectadores de desgracias mayores que deberían hacernos sentir agradecidos de un dolor insoportable que te vende una idea de oportunidades infinitas que en realidad están limitadas y que luego cobraran recibo con un dolor aún peor. Frustración de saber que nadie vivirá por ti y aún así esperan que bases tu vida en la de las demás y por los demás. Satanizan las lagrimas, celebran el humor y aún así en la muerte se siente el amor. Dónde queda el honor? Dónde está realmente la dignidad? Un gran final. La luna me castiga con sus carcajadas y aún así no hay belleza más grande que me guste contemplar. El sol me recuerda a lo que se han ido y aún así no hay manera más satisfactoria de no olvidar. Y finalmente está el mar que solo me habla de impotencia  y aún así no hay manera más cruda en la cuál me gustaría reflejar.

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